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27/08/2006 -

Prolifera la exportación de trabajo esclavo boliviano

Empleo en condiciones infrahumanas:

Miles de indocumentados viven en condiciones miserables en Buenos Aires y Sao Paulo, pese a las medidas adoptadas después de la muerte de seis personas.

POR IGNACIO ARANA ARAYA

En el sótano de una casa bonaerense, 20 hombres, mujeres y niños morenos, pequeños y mal alimentados trabajan desde las 7:00 A.M. a las 2:00 A.M. cosiendo prendas de vestir. Siempre están en el mismo lugar, no manipulan dinero, casi no ven luz solar y no salen del edificio a menos que se enfermen gravemente. Todos son bolivianos, parte de una realidad creciente de miles de inmigrantes que trabajan en condiciones remozadas de esclavitud en Buenos Aires y Sao Paulo.

Hace casi cinco meses un incendio que dejó seis carbonizados -cuatro de ellos menores de edad- en uno de los talleres ilegales destapó un problema creciente aunque conocido por las autoridades argentinas.

De los dos millones de bolivianos que viven en Argentina, el principal trabajo es en fábricas textiles y la mayoría en Buenos Aires. Oficialmente hay 15.000 bolivianos trabajando ilegalmente en Buenos Aires, pero estimaciones extraoficiales multiplican esa cifra varias veces.

La razón de por qué no se ven mucho a los inmigrantes en las calles es sencilla; viven encerrados en el subsuelo y, como en los albores de la revolución industrial, en un entorno de explotación, promiscuidad y pletórico en enfermedades.

El fenómeno se exportó a Sao Paulo luego de la crisis de 2002 en Argentina, y el tráfico laboral también ha prosperado en esa urbe, donde viven unos 80.000 bolivianos.

Fabián Pico, vocero del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, dice a este diario que luego del incendio del 30 de marzo, se censaron 1.500 talleres ilegales en la capital argentina. Las autoridades duplicaron los 50 inspectores disponibles, revisaron 973 de esas instalaciones, de las cuales cerraron 502, y luego reubicaron a algunos cientos de trabajadores.

Pero algunos talleres se han reinstalado en Buenos Aires o desplazado al resto de la provincia. "Algunos lugares clausurados se han vuelto a instalar, por eso los rechequeamos todos los días", dice Pico.

El tráfico laboral en condiciones de esclavitud moderna se inició hace varios años, pero desde que Argentina retomó altos índices de crecimiento, el problema ha crecido y entre los embaucadores se han sumado antiguos explotados.

"Es un fenómeno que se ha incrementado en los últimos años", reconoce a "El Mercurio" el vicecanciller boliviano, Mauricio Dorfler. El personero comenta que para enfrentar el tráfico de personas "Bolivia está comprometida en la lucha con campañas de información y prevención".

Dorfler dice que el gobierno de Morales estableció un decreto a través del cual, mediante un "pago simbólico", los bolivianos en Argentina adquieren rápidamente los documentos que necesitan, lo que ya benefició a 22.000 personas. También destaca que se creó un observatorio de derechos humanos para sus compatriotas en Buenos Aires.

Pero el problema es difícil de erradicar porque miles de bolivianos marginales buscan desesperadamente mejorar su calidad de vida y los empresarios textiles venden cien veces más cara cada prenda que elaboran en los talleres ilegales, según el gobierno bonaerense.

Modus operandi

"La gente se quiere ir desesperadamente. Tengo colas con 500 personas diarias con pasaportes para salir", dice Miguel Ángel Quintanilla, quien preside la fundación Copes, una ONG dirigida por ex migrantes bolivianos. Para él, el gobierno de Morales no tiene los recursos para enfrentar el tráfico laboral y acusa que el tema es marginal en la política oficial.

El modus operandi del círculo esclavista es sencillo. Propaganda radial y reclutadores ofrecen vivienda y sueldos de hasta US$300 mensuales en el exterior, un edén para quien no sabe si comerá en las próximas horas.

Pero el sueño se desvanece apenas arriban a destino: empresarios bolivianos o vernáculos les quitan los documentos -si es que tienen- y les dicen que no pueden salir porque se arriesgan a presidio.

El trabajo se reduce a costurear cerca de 20 horas diarias por una fracción de dólar la jornada, suma miserable que tampoco ven hasta que "pagan" el costo de su traslado, lo que puede tomar años.

"Prefieren a los bolivianos porque son sumisos y trabajadores", dice a este diario el periodista boliviano del diario "El Deber", Roberto Navia, que se internó tres semanas en los talleres de Buenos Aires y Sao Paulo y publicó varios reportajes con su investigación.

Navia no duda en que el círculo esclavista crecerá con el tiempo "porque no existe mayor preocupación por parte de la cancillería o las embajadas", y porque, finalmente, "muchos trabajadores sometidos están agradecidos porque les dan un techo para cobijarlos e incluso están mejores que acá", agrega.

Felicidad en la basura

"Lo que más me golpeó fue que los trabajadores no pusieran un pie afuera de la puerta, porque cuando veían a un policía se orinaban de miedo, por temor a que los metieran presos. Pero ellos ya vivían en una prisión, incluso mental", dice a este diario el periodista boliviano Roberto Navia.

En los talleres de costura ilegales conoció a Eugenia Vargas, una paceña de 25 años, que tras trabajar cinco sin salir de un taller bonaerense fue expulsada porque le dio tuberculosis y sus patrones temían que muriera.

Y a Maribel Aguilar, de 17 años, quien también fue expulsada de una plantación de frutillas en Mar del Plata cuando a los 15 años quedó embarazada, luego de trabajar desde los 10.

Navia dice que entre los que han logrado escapar hay unos 300 bolivianos que viven "felices" en los basurales de la ciudad, como atestigua el barrio "Los Pinos".

Fonte: El Mercurio